sábado, 9 de julio de 2011

Ser único puede ser un grado.

Todos somos únicos. Si. Pero no te engañes. Unos más que otros.
Yo pienso que eso se mide en grados. Que eres único de nivel 1. Felicidades. Bienvenido al grupo. Que eres único de nivel dos... Siempre habrá alguien que te quiera. Cuando pasas el nivel uno, la gente te mira. Porque eso significa que en un momento dado de tu vida, cuando tienes la autonomía suficiente para decidir qué hacer, decides coger la bifurcación del camino e irte al bosque. Cuando no sigues el camino que sigue todo el mundo. En el bosque hay gente, si, gente que yo admiro, por cierto. Porque tienen el valor suficiente para apartarse del camino, observar como los del nivel uno les miran, seguir adelante con sus aficiones y pasar de todo.

Recoger lo sembrado

El hombre sembraba la tierra de patatas, limones, lechugas. En ese momento, el mundo estaba contento con él. Pero cuando descubrió que le interesaba más sembrar la tierra de torres, cables y de más, en ese momento, el mundo se volvió gris, y todo se derrumbó. Y lo`peor fue, que el hombre se volvió ciego, y no podía ver, el mal que estaba haciendo.

Eso, cielo, no es mi estilo.

El viento se llevo la fina capa de arena que quedaba, donde habíamos estado tu y yo. El viento se llevó adelante y atrás el agua del mar, donde habías estado conmigo. Y supongo que también se lelvo una parte de ti, ya que nunca apareciste de nuevo. Por mucho que yo te llamara. Y decidí caer en la locura, ya que caer en la bebida era destrozar mi vida por ti, y eso, cariño, no es mi estilo.

Nunca digas punto y final.

Y cuando un punto y final significa el final de todo, entonces me entristece. Porque cuando lees un libro, y, después del punto y final para ti continúa la historia, es cuando eres feliz. Porque una historia es solo eso, un periodo de tiempo en la vida de uno o varios personajes, que luego continuará. Nunca digas que esto se ha acabado. El mundo no está estructurado para que vayas poniendo punto y final a las cosas.

Somos cuatro gatos detrás de las manillas de un reloj

¿Y si nos cargamos el mundo en un suspiro?
¿Y si mañana fuera el último día de tu vida?
¿Harías todo lo que no pudiste hacer? Te darías prisa para hacer un montón de cosas, y no acabarías ninguna. Le dirías que le quieres, navegarías hasta alta mar y te tirarías a nadar, aunque el agua esté congelada. Chillarías, llorarías.
Todo por no haberlo hecho antes.
Y es verdad que el mundo no se acaba mañana, pero la ilusión y los deseos, con el paso del tiempo, se pierden.

Orgullo.



Once upon a time there was a dear little girl who was loved by every one who looked at her, but most of all by her grandmother, and there was nothing that she would not have given to the child. Once she gave her a little cap of red velvet, which suited her so well that she would never wear anything else. So she was always called Little Red Riding Hood.
Los cuentos pasaron a la historia, ¿No creeis?
Aqui lo que cuenta es la astucia con la que sepas manejar al pez grande, porque como te muestres tal como eres y no le plantes cara... Te come.
El pez grande se come al pequeño, igual que el lobo se come a Caperucita... Solo que aqui nadie te rescata de sus tripas...
Todos tienen su orgullo. Pero bueno, esta es la sociedad que hemos creado, la que tanto nos gusta.
Pero nos gusta porque no conocemos otra cosa.
La superficialidad es la madre de todo, el no mostrarte a flor de piel, o zas! Te comen, como ya he dicho.
Porque muchas risas muchas risas... Nunca miran mas alla.

Apostar, o limitarse a perder.

Recordé que lo había dicho, como recordaba tantas frases que habían sido dichas por él. Pero de repente me di cuenta de que esa en especial, contenía un significado extra, que el quería que yo descubriese. Entonces, me percaté de que me había dado algo antes de irse corriendo y me abalancé sobre el bolso que llevaba aquel día y, efectivamente, allí había un papel, cuidadosamente doblado, como era su costumbre, y aquella caligrafía que nadie podía copiar. Dentro, escrita con la misma minuciosidad y precisión estaba esa frase, y debajo, una especie de posdata.
-Volveré a buscarte, te lo prometo, pero ahora debes guardar silencio, debes quemar este papel y no decirle nada a mis padres, a nadie.
No preguntes que me ha pasado, a donde he ido, estaré bien. Solo quiero que recuerdes, que la vida es solo un juego donde hay que jugar todas las cartas, y yo, en este momento, estoy terminando de jugar las mías. Necesito ganarme el derecho de amarte, lo necesito. Juega tú las tuyas.
La vida es un juego… Pensé, si definitivamente, la vida se reduce a un juego de cartas donde hay que apostar, o limitarse a perder…

Buscar la perfección solo implica alejarse de ella.

Cuando las cosas no son lo que parecen, el mundo se cae. A no ser que estes preparado y tengas respuesta para todo. Siempre he querido ser de esas personas. Que dicen lo adecuado, lo correcto en cada situacion. Con las que nunca tienes un silencio incomodo, ni una pelea, porque ellas lo saben calmar todo con la frase adecuada. Siempre he querido ser como esas personas.

viernes, 8 de julio de 2011

Escuchar un te quiero.

Lo que no sabía es que debía hacer. Las cosas me estaban sucediendo con tal rapidez que cuando quería pararme a pensar que quería hacer, que quería decir, la oportunidad ya había pasado.
Y otra vez el mismo pensamiento apremiante de la noche anterior: ¿Vamos a conseguir algo aquí sentadas? Corre, corre al lago, encontrarás respuestas.
Si, si, esa sensación de que ya has vivido algo. Déjà vu, se llama. Pero por mucho que quisiera luchar contra ella no podía hacer nada. Porque lo que mas deseaba era volver allí, encontrarle, tirarme al lago, nadar, nadar, que empezara a llover, besarle, bailar bajo la lluvia y terminar mi escena de película americana con un te quiero.

Volver a empezar.

Era 21 de Septiembre. Mañana entraba el Otoño. Las ocho de la mañana y yo, siguiendo mi rutina habitual, me enfundaba en unos vaqueros y salía medio corriendo de casa, por inercia.
Caminaba mirando al suelo camino del instituto. Tuve un lapsus. Dios sabía por qué, me sentía un poquito más feliz esa mañana. Una margarita se cruzó en mi camino. Tuve el repentino deseo de hacer el ya gastado: Me quiere, no me quiere.
En alto, y sin ningún pudor, comencé a recitar la letanía. “Me quiere, no me quiere, me quiere, no me quiere, me quiere… “ Y llegué al último. Definitivamente no me quería.
Que le íbamos a hacer. Mi ánimo decayó.
Y, saliendo de Dios sabe dónde, apareció.
-Si buscas bien, te darás cuenta de que las margaritas guardan un pétalo de reserva para los casos desesperados.- Me dijo con una sonrisa. Me froté los ojos dos veces. Sí, era él. Había vuelto.

Busco una razón,

Pero estaba allí. Estaba allí, mirándome fijamente, sonriendo. ¿Y por qué sonríe? ¿Acaso tiene razones? Ya estaba viendo que a él no le había afectado separarse de mí, o puede ser que estuviera muy contento de volver a verme, razón por la cual yo tampoco podía parar de sonreír. Sí, quizás fuera eso. Maybe.
Pero seguramente él seguía pensando lo mismo que cuando se fue. No podía hacerme ilusiones. De ilusiones vive el tonto.
Si, pero la esperanza es lo último que se pierde.
Ya, pero no está bien construir castillos en el aire.

“Dejémonos de proverbios estúpidos” Pensé. “No vamos a avanzar si sigues filosofando.”
-Hola.- Seca y directa, dispuesta a marcharme si era necesario, dispuesta a marcharme antes de empezar a llorar.
-Quiero llevarte a un sitio. ¿Me dejarás?
-¿Por qué? ¿Para qué? ¿Para que me digas que todas mis esperanzas son infundadas, para que soples, destruyas mi castillo de naipes en un solo suspiro? No gracias, mis castillos soy capaz de tirarlos sola, poco a poco. No hace falta que nadie me empuje contra ellos.
-A no ser que el castillo lo construyamos los dos. En ese caso, tendría yo el mismo derecho que tú a derrumbarlo.
-Nadie ha hablado de cuestiones de interés mutuo. Te fuiste. Y no quiero saber por qué has vuelto.
-¿Y si te dijera que he vuelto por ti?
Me di la vuelta, caminé, caminé rapidamente, no quería seguir escuchando.
Pero antes de irme le chillé:
-Dios sabe cuantas veces habrás dicho esa frase.
Casi corriendo me alejé de allí. Pero me agarró por detrás.
-No creo que Dios exista, y si así fuera, apoyaría mi teoría. He vuelto por ti, hay cosas que debes saber. Pero debes creerme a la primera. Y no dudar nunca de mí.

La verdad

-¿Que que quiero? ¿Que quieres tu, es la pregunta? No me quieres, pero vuelves, no me buscas, pero apareces por casualidad, no quieres encontrarme, pero te mueres por hacerlo. Por una vez, dime la verdad.

Lose control

Me descolocas chico, yo ya no se que hacer, me desesperas, me sacas de mis casillas, me enfadas, me haces chillar, me desconcentras, odio lo borde que eres conmigo, pero odio cuando estamos bien, porque tu bipolaridad me reconcome, odio escuchar tu voz en mi cabeza a las tres de la mañana, odio ver tu cara en mis sueños, odio cuando te hablo y te vas a hablarle a otra que te acabas de encontrar, odio cuando me miras y cuando no, odio cuando me tiras cosas o me encuentras por la calle y pasas de largo, odio no poder dejar de pensar en ti,
y todo eso porque te quiero.
¿Ves como todo no es tan facil como dices, amor?

Miedo.

+Tengo miedo.
-¿De que?
+De que al volver, no estes. De que me valla y que cuando vuelva estes mirando para otro lado. De perderte, de encontrarte. Tengo miedo de quererte.
-¿Que tiene de malo eso?
+Pues que tengo miedo de que cuando todo acabe llegue el dia que no te acuerdes que un día fuiste feliz solo con besarme.

Pregúntame por sus ojos.

Tic, tac. En un instante, este momento será un recuerdo.
Un recuerdo probablemente borrado en un par de instantes más. Almacenado en alguna parte de la memoria que no llegamos a explorar. ¿Somos dueños de nosotros mismos? ¿Somos dueños de lo que pensamos?
Dentro de un momento olvidarás que has leído esto. Las palabras se atrincherarán en algún rincón de tu mente y pasarás a otra cosa.
Pero, ¿Te atreves a afirmar que ese momento no ha existido? Quizá dentro de un tiempo no te acuerdes de esta tarde, de este momento, de este segundo. Pero ha existido. Eso era lo que le pasaba a la chica de los ojos verdes. Tenía miedo. ¿Miedo de qué? Del paso del tiempo. Estúpido, dirás.
Puede. Pero la gente vive buscando una razón por la que hacerlo. A otra le sobran razones, ella buscaba una desesperadamente. Y cuando creía haberla encontrado, tenía miedo de que algún día aquello se acabara y él no volviera a recordar lo que habían pasado juntos.
Le miraba a los ojos. Su corazón palpitaba. Más, más, cada vez más rápido. Él hablaba. Le contaba historias de ciencia ficción, otras más reales, arrancaba hierba del suelo mientras sonreía. Pero ella no podía escucharle. Oía, oía palabras, frases, risas, los cambios de intensidad de su voz, lo oía todo. Pero no escuchaba.
Si en ese momento le hubieran preguntado acerca de lo que estaba hablando, ella no podría responderlo.
Pero que le preguntaran acerca del tono de su voz. De la comisura de sus labios cuando sonreía. De los hoyuelos que le salían cuando estaba contento, de cómo se le achinaban ligeramente los ojos cuando tenía algo importante que decir.
Que le preguntaran acerca del tono exacto de su pelo. De cómo se lo colocaba cuando el viento sacaba un cabello de su sitio. De cómo se frotaba las manos cuando hacía frío, o de lo estúpido que podía llegar a ser cuando tenía hambre.
Que le preguntaran sobre sus abrazos, sobre los dedos de su mano, sobre su escandalosa risa o su silencioso llanto.
Quizá ahora no le estuviera escuchando, pero no lo hacía a propósito. Simplemente no podía quitar la vista de sus labios, ni podía contener las ganas de chillarle al mundo que lo quería.
Pero estaba asustada. Estaba asustada de que él saliera corriendo, de que dejara de contarle historias de lugares lejanos. Miedo de que escapara. ¿A dónde, si estaban en medio de ninguna parte? No sabía.
Por las noches, cuando las estrellas brillaban, cuando el frío acechaba y el único refugio que les quedaba era una manta haraposa y su propio calor, él la abrazaba y ella, que no podía dormir, lo observaba y le susurraba muy bajito que le quería, que no concebía el mundo sin su presencia, y que necesitaba sentirlo cerca. Cerca, muy cerca. Se lo susurraba cuando nadie podía oírla, ni siquiera él. Y al observar sus hombros, su cuello, sus labios… Se estremecía, y entonces él, en un acto reflejo la abrazaba más fuerte y ella se abandonaba al sueño, a ese sueño que los dos necesitaban para continuar su camino.

Quiéreme si te atreves.

¿Y por qué?-Dijo él.-Dicen que el que no arriesga no gana, ¿No?
-¿Y quien ha dicho CUÁNTO hay que arriesgar? ¿Nadie se preocupa por eso? Estoy arriesgando demasiado por estar contigo.
+¿Y cuál es el problema? ¿Que no quieres, que no puedes, que prefieres ser feliz con tu vida, sin mí?
-No.
+¿Entonces, cuál?
-El problema es que no me arrepiento, no me arrepiento de nada, de nada de lo que he perdido o apostado por ti, y no sé si está bien.
+Limítate a disfrutar lo que tienes.
-Y tú..
+¿Yo...?
-Quiéreme si te atreves.

No me pidas que te lo explique.

Los mayores problemas son los relacionados con el amor, porque no había unas pautas que dijeran lo que había que hacer y lo que no. Y eso era lo más complicado, porque había que darle demasiadas vueltas a la cabeza y había que pensar demasiado y no tenía tiempo para aquello. Por eso necesitaba tener el tiempo ocupado, para no quedarme a solas conmigo misma.
No me gustaba lamentarme, no me gustaba estar triste, no me gustaba nada de esto... Porque todo era muy complicado. Un debate interior en el que no había argumentos.

¿Quererte es un error?

-Piénsalo, es un error.
+¿El qué es un error, quererte? No, eso no es un error. ¿Darlo todo por estar contigo? Tampoco. Un error es salir de casa sin paraguas sabiendo que llueve, un error es lanzar algo al aire sabiendo que se va a romper. Un error es llorar delante de personas que pasan de largo, que nunca van a consolarte. Un error es reír, cuando nadie lo hace, un error, es, para algunas personas, ser feliz. ¿Tú acaso consideras eso un error?

Ser feliz,

Deberías estar feliz-Dijo él.
+¿Por qué? No hay razón para estarlo.
-Sí. Por ejemplo, hoy llueve.
+Yo no entiendo que tiene de bueno eso. A mi no me gusta que llueva. Ni que haga frío, como hoy. Tampoco me gustan las personas que se esconden, que hacen daño por diversion y se marchan corriendo, no me gusta ver a la gente sufrir, ni llorar. Ni me gusta ver reir a los que no se lo merecen. Hoy es un día gris y triste. No tengo razón para sonreir.
-Puedo darte una. Yo.
+¿Tú?
-Si, yo. Porque yo, por mucho que llueva, estaré contigo para ver las gotas caer. Para salpicarte con el agua y dejar que me digas lo tonto que soy. Porque por mucho que la gente te haga daño, yo estaré ahí para decirte que no, que no estás bien por mucho que digas, y te dejaré llorar en mi hombro, y te diré que el tiempo lo cura todo, que puede que no sea verdad, pero de todos modos estaré ahí. Porque eres mi vida, y quiero quererte como nadie lo ha hecho en tu vida.