sábado, 31 de enero de 2015

La teoría de la soga

¿Cuál es la diferencia entre una cuerda y una soga? A priori, que sirven para cosas distintas. Nunca podrás atar un paquete con esta última: el nudo se desharía; en cambio, nadie puede hacerte daño estrangulándote con una cuerda. Es por eso que os hablo de la teoría de la soga; de cómo reculamos solamente cuando ya hemos hecho daño. El tira y afloja –el juego de la soga- es algo a lo que todos hemos jugado de niños; y como en la vida, alguien pierde y cae. Todo consiste en tirar, tensar hasta que uno de los dos equipos no puede más y la suelta, intencionada o inconscientemente. En la realidad, pasa exactamente lo mismo. 

Entre dos –o más- personas se establece un vínculo y cada uno acepta un papel; al mismo tiempo, ha de aceptar el del otro para que la relación funcione. Estos roles son intercambiables dependiendo de la situación, pero, en términos generales, siempre hay uno que cede; el otro: el que lleva la voz cantante. El dominante de la relación (¿si hay un dominante, debería haber un dominado?, ¿realmente tiene sentido llamarlo así?) o, al menos, eso se dice.

En una discusión cualquiera entre dos amigos, no es extraño encontrar argumentos de tipo sentimental. Chantaje emocional, que lo llaman. Quieres hacer ver que el otro lo está haciendo mal, pero no te escucha. Así que atacas, y lo haces porque funciona y porque él no se atrevería a hacerlo. El otro crea un muro y te devuelve los ataques, que tú respondes con otros más fuertes. Hasta que tu amigo se derrumba y suelta la cuerda. Y, como por arte de magia, tú comienzas a sentirte mal, tan mal, que empiezas a pensar que quizá tenía razón. Que igual te has pasado.

¡Y esas broncas con mamá en las que ella lo primero que hace es prohibírtelo todo! ¿que quieres ir a un concierto?: no; ¿que quieres irte de viaje?: no. Y te sigue chillando, como una loca, hasta que te dice algo sin pensar y te duele. Por lo que ha dicho y porque es tu madre. Es en ese momento, cuando cojeas como un cervatillo herido, cuando te pide perdón.

¡Y las parejas! Esas que no van en serio, pero en las que uno quiere y no se atreve a decirlo. Asiente como un robot cuando el otro miembro intenta explicar por qué estar así es bueno para los dos; repite las últimas palabras de cada frase y se intenta autoconvencer de ello. No lo consiguen; ni él ni la otra persona, que intuye lo que pasa pero se deja engañar: le conviene. Y sigue con la farsa hasta que el otro explota y se aleja. Es entonces cuando va detrás como un corderito, pidiendo, por favor, que tengan una relación seria. 

¡Y aquellas que deciden seguir a distancia! Quieres hacer ver que tú eres quién lo está pasando peor. Que el otro lo único que hace es disfrutar de la vida mientras tú sufres por no poder verlo. Es un sentimiento absolutamente normal y lógico: son celos. Es advertir que puede ser feliz sin ti, que nadie es imprescindible. Una máxima que no hemos aprendido todavía y que el amor romántico e idealizado no nos va a permitir aprender. Claro que puede estar sin ti, pero prefiere estar contigo. No obstante, tú sigues empeñado en que lo estás pasando peor que él. Y se lo recuerdas a todas horas.


La teoría de la soga es aplicable a una infinidad de casos. Porque no somos conscientes de que estamos tirando demasiado hasta que el otro suelta. Y a veces, de la fuerza que has estado utilizando, el que te caes eres tú. Por eso después cojeas detrás del otro. Nos gusta ser el centro de atención y somos egoístas: ¿alguien se atreve a negarlo? Queremos dejarnos querer –valga la redundancia- pero no nos atrevemos a hacerlo. Siempre tenemos la razón hasta que dejamos de tenerla. Y sí, somos lógicos, mucho, pero sólo una vez que hemos dejado que suelten la soga. Cedamos antes de que la soga se rompa.