domingo, 12 de agosto de 2012

Hablemos de la tan citada batalla contra el orgullo

¿Pueden las personas ser totalmente objetivas? ¿Sin sentimientos de por medio? Si existe alguien completamente objetivo en este mundo, quiero conocerlo.
Porque tú que te creías objetivo, que pensabas podías cambiar el mundo en un suspiro, que confiabas fielmente en que no necesitabas a nadie para ser feliz; tú que ibas hablando siempre de madurez y de cultura, de comportarse como un adulto y demostrar lo responsable que podías llegar a ser; tú que querías ser el centro de todos porque considerabas que eras totalmente apto para ese puesto...
Tú, tan invencible, tan indestructible... Te encuentras a la hora de comer escondida bajo las sábanas intentando no llorar, intentando no tirarte de los pelos porque no sabes qué hacer ni qué pensar.
Y te das cuenta de que te has equivocado de camino. Que lo más "maduro" en ese momento no es hacer como si nada pasara, posar con la presencia de un mueble y repetir lo bien que estás sola.
No es convencer al mundo de que no necesitas a nadie, que vas a vivir haciendo lo que te da la gana cuando te da la gana porque así lo has escogido.
Te das cuenta que lo que tienes que hacer es dejar de hacer el tonto y aceptar que le echas de menos, que duele porque se ha ido y te ha dejado, que te dio alas y te caíste, que luchaste como la que más y ganaste miles de batallas, pero al final perdiste la guerra.
Y duele, duele aceptar que tú también necesitas que te quieran, y que estás perdida, que tienes las ideas nubladas como un día en Londres y una inteligencia emocional en constante construcción y simultáneo derribo.
Y aceptas que tienes miedo a perderle y a que no se acuerde de ti cuando se despierta... Y te da rabia echarle de menos y aceptar que le necesitas. Querrías darte cabezazos contra la pared hasta que todos esos sentimientos desaparecieran, pero te das cuenta de que ni siquiera sabes en que parte escondida se alojan.



Y entonces llega la parte más importante, cuando te das cuenta de que la batalla más difícil es la de ganar a tu propio orgullo.