lunes, 8 de octubre de 2012

Un soplo de aire fresco

Fue un soplo de aire fresco, que, como aire que es, tal como viene se va. Ninguno va a gustarte como lo hacía él y, por mucho que te esfuerces, no eres capaz de sentir lo mismo por cualquier otro.
Y aquí es cuando te das cuenta de que por primera vez estuviste cerca de alguien no solo por pasar el rato y que nunca nada ni nadie podrá sustituirlo.
Los habrá mejores y peores, con diferencia por las dos partes. Los habrá que te gustarán más que él y otros que menos. Unos que merezcas y otros que no.
Los habrá de muchas maneras, pero el primero es el primero.
No me refiero al famoso chico del primer beso, ni al de las manitas, ni todas esas cosas que se consideran lo primero. No me refiero a los primeros tanteos de la vida de los 14 ni a todas esas cosas que nunca vas a olvidar.


Él es el primero que te ha dolido cuando se ha ido y ya no lo has tenido al lado, el primero por el que te has podido pasar horas tumbada en la cama y el primero por el que te has tenido que jurar a ti misma que no ibas a llorar frente al espejo mientras te caían las lágrimas por las mejillas, mientras las recogías rápidamente con la mano, como si así nunca hubieran existido.
No sabías lo que era echar de menos a alguien con la fuerza de necesitar salir corriendo hacia algún lugar, solo por buscarlo, aunque no estuviera. No sabías lo que era la rabia, la impotencia, y, sobretodo, lo difícil que era controlarlas.

No sabías lo que era llorar, primero de rabia y luego, cuando el tiempo hace su labor, sonreír recordando lo que fue con un gran vacío en el estómago. La sensación de mirar al futuro y no contemplar una vida sin buscarle, sin saber de él. La sensación de que te lo encuentras en cada esquina cuando no lo quieres ver.

Hay muchos primeros, pero el primero que duele como si quemara cuando se va, es el primero de los primeros.
Porque es el primero al que has querido.