domingo, 27 de abril de 2014

Se dice que murió esperando...

"Si te preguntas por qué te escribo, no te culpo. Yo también me lo pregunto. Me pregunto por qué dejé de hacerlo, y por qué tú dejaste de interesarte en ello.
Hoy, en esta carta que no enviaré, te respondo. Escribía cuando escribía al sonido de tu respiración, procurando que ninguna letra se saliera de los marcos que tú imponías al inspirar. Ahora ya no estás. Y he olvidado cómo te escribía.
Procuraba escribir sintonizando con lo que yo creía era tu corazón, pero que quizá era el mío intentando perseguir al tuyo. Quizá nunca nada de lo creí mío lo fue. Un nosotros que se perdía mientras llegaba agosto con los últimos soplos de vida del verano.
A partir de entonces estuve esperando. Esperaba como quien cree que le van a dar un premio, como quien espera recompensa.
Uno nunca se cansa de esperar. Cuando el ocaso bañaba el horizonte siempre me juraba que mañana ya no esperaría. Por las noches las cosas son distintas, ¿Sabes? La soledad está más sola de noche y la esperanza es el último resquicio de humanidad que nos corresponde a los que ya sólo nos queda la noche.
Nunca me arrepentí realmente de haber hecho de tu respiración mi ritmo. Muchas veces te ataqué y deseé que me escucharas maldecirte, pero sin emitir sonido alguno. Los mayores pecados, tanto cuando estaba contigo como cuando te fuiste, los cometí sola, pensándolos solamente.
Sigo esperando todavía, con la esperanza con la que esperan los que ya creen haberla perdido.
No quiero que vuelvas. Pero aún así lo espero.
Espero muchas cosas y lo poco que llega es el tiempo.
El tiempo que arruga mi piel y tensa mis nervios. Algún día estallaré, pero ya no importa."


Suspiró. Hacía años que había olvidado a quien esperaba. La vejez llamaba a su puerta desde hacía mucho tiempo y nunca había querido abrirle la puerta. Siempre pensó que lo mejor estaba por llegar y nunca se preocupó más que por dejar el camino hecho cuando aquello llegara. Fue siempre dueña de su vida y nunca lo supo. Nunca se dedicó a vivir. Se entretenía pensando que su vida sería recordada por esperar un amor prohibido que un día se marchó, porque no podía aceptar que había dejado pasar su vida como quien deja pasar un tren y que, por miedo a sufrir, estaba sufriendo.
No había querido vivir de ilusiones pero se dejaba morir de ellas.
Se dice que murió esperando, con la certeza de que, si lo hacía con pasión y dedicación, alguien llegaría. Nadie llegó. Como nadie llega solo por ser esperado.