martes, 9 de julio de 2013

Tiempo es.



Sé que no volveremos a hablar. Sé que esta conversación solo va a ser uno más de los miles de recuerdos que forman la nube que llevo conmigo. Es imposible meter los recuerdos en una bolsa y dejarlos en el momento en el que deberían quedarse, porque pasarán los inviernos y llegará de nuevo Abril y recordarás cuando empezó todo, y cuando terminó.
Como si esa nube de recuerdos que hizo grises tus noches de septiembre viajara con el viento y se posara encima tuyo, mojándote con algo que ya no existe, haciéndote volver al pasado para, sin ninguna consideración, devolverte al momento que tienes que vivir, con las ideas cambiadas, las heridas abiertas, pero un futuro idéntico.

¿Que si se puede vivir de recuerdos? Está claro que sí. Sólo somos una sombra de lo que fuimos.
Una niebla que cubre las heridas haciéndote creer que son cicatrices es lo que llamamos tiempo.
Tiempo es como el aire que oxida. Curiosos los recuerdos, que aunque sí te oxidan a ti, pocos se oxidan con el tiempo.
Se oxidan las capas superficiales, lo que hace que te olvides de algunas sensaciones, de algunos detalles, de algunos olores. Idealizas las situaciones y las conviertes en tuyas. Pero nunca las olvidas, sólo las transformas. Y dentro de 100 años nadie tendrá en cuanta que cada arruga de tu piel corresponde a una historia que probablemente nadie conoce.



2 comentarios:

  1. La frase final me ha puesto los pelos de punta, de verdad, ¡es un texto impresionante!
    Además que lo he leído en un momento en el que me siento especialmente identificada.

    Besos grises.

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